El que teme, es un esclavo

El miedo es un mal enemigo. Decía Séneca, “El que teme, es un esclavo”. Ayer fuimos esclavos de un marcador traicionero e injusto. Me refiero a ese empate a nada cosechado en Milán por obra y gracia de la ineficacia plural. Unos por no saber definir en su arte, el otro, por no tomar decisiones evidentes a la par que turbadoras. Jugamos con pavor enfermizo, encorsetados, encadenados a una hipótesis demasiadas veces convertida en realidad. Es comprensible.

Me hacen gracia las quejas italianas. Si ayer hubo partido hasta el 90, fue gracias a la indolencia macabra de un hombre de negro con muy poca vergüenza. La desidia del juez insufló esperanzas en las tropas rojinegras allá en San Siro. Eso y un césped acusica. Y es que el miedo no es exclusivo. Los de Allegri han hecho gala de él durante toda la eliminatoria. Los indicios son meridianos. El cerrojazo desvergonzado e infiel, y un tapete descosido. Y ojo, me gustó en cierta medida su apuesta, especialmente ayer al albor de un verde justo. Aunque su audacia estuviera respaldada en prevendas ilícitas, sería de cafres no resaltar una filosofía de juego sólida e intencionada.

Yo ayer pasé miedo, canguelo, aprensión, recelo. Ayer vi peligrar un pase más merecido por concepto que por escenificación. Ni las penas máximas gallardas fueron capaces de acallar los gritos de mi desasosiego.

Vencer, superar las adversidades, acompañado de esta rémora, debe ser motivo de elogio y por supuesto eleva aún más si cabe el mérito de un grupo sólido comandado por un gladiador ideológico. Y es que Guardiola fue el primero en entender que el principal enemigo ayer no era el Milán, sino el propio pánico a perder. Por eso alineó a nueve canteranos, por eso comenzó el partido con una defensa de tres hombres. Mensajes diáfanos al grupo que se diluyen inevitablemente en ese maldito componente humano que impregna al individuo sensato. Pep igualó las fuerzas con un planteamiento suicida. Al miedo solo se le puede ganar con intrepidez.

Paulho Coelho dice “Solo una cosa vuelve el sueño imposible: El miedo a fracasar”. Las hordas que acompañan al Real Madrid en su descenso a los infiernos es el mejor ejemplo de ello. Los blancos tampoco son ajenos al miedo. Sabedores de la gran oportunidad que tienen, recelan de una hipotética final contra el Barça. La piden, sí, pero con la boca chica. Protestan por arbitrajes sibilinos de manera torticera, disgregando lo que les covinene a fin de presionar a los que manejan el cotarro. Eso es miedo.

La tesitura de los blancos es de enjundía. Perder los títulos a los que opta, significaría el descalabro, la desintegración definitiva de un proyecto megalómano cultivado a base de muchos euros y muy pocos escrúpulos. Dilapidando imagen y recursos, rozan con la yema de los dedos las tan anheladas mieles del éxito. Y una vez más, el principal opositor será el enemigo por antonomasia. Nos temen, les causa pánico imaginar ser descabalgados nuevamente por esos crios del demonio. El miedo a perder hace mella en una psique ya deteriorada tras años de afrenta azulgrana. Por mucho que ladren, no quieren vernos ni en pintura.

Yo disfruto con cada afrenta, con cada acusación velada. Es el síntoma de su propia incertidumbre. No les queda más remedio que enfrentarse a sus más oscuros temores, temores que por otro lado, también son los nuestros, que nadie lo olvide.

Publicado por EBV - @Banquilleros