Que te sustituyan en el minuto 90 de una final de la Champions y que medio estadio coree tu nombre mientras la otra mitad, la del equipo rival, te aplaude debe provocar una especie de chispazo eléctrico desde la garganta hasta la boca del estómago. Si a los demás se nos puso la piel de gallina, qué no debió pensar Andrés Iniesta cuando fue sustituido por ...
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