El primer derbi de la temporada entre Barça y Madrid fue el partido más extraño de los que se han disputado en los últimos años entre ambos equipos
El Barça llegaba con dudas, tras dos empates seguidos ante Osasuna y Milán, y el Real Madrid tampoco se encontraba en su mejor momento ya que, pese a los buenos resultados conseguidos en los partidos anteriores al Clásico, la crisis de juego e identidad de los madridistas viene siendo una constante desde que comenzó la temporada.
Para comenzar, ninguno de los dos entrenadores fue cien por cien fiel a su juego, ni tampoco a su idea de lo que debe ser la táctica habitual de sus equipos, y eso es algo que se pudo comprobar nada más conocer los onces iniciales. “Tata” Martino sacó de inicio a Cesc, algo que con Messi en el campo no había sido muy habitual hasta entonces, ya que ambos jugadores actúan en demarcaciones parecidas, lo que se vendría a llamar el “segundo o falso delantero”. Sin embargo, en esta ocasión el míster azulgrana pretendía que Fábregas se convirtiera además en un mediocampista defensivo más cuando el Madrid tuviera la posesión, con lo que en algunos momentos del partido, como ya pasó por ejemplo contra Osasuna, el dibujo del equipo estaba mucho más cerca de un 4-4-2 que de un 4-3-3. También Ancelotti cambió su manera de pensar, el italiano si cabe más radicalmente, introduciendo a Sergio Ramos de mediocentro defensivo, un experimento que ha sido muy criticado, sobre todo tras comprobar que no dio el resultado esperado, y que el sevillano estuvo perdido en una posición donde no ha actuado casi nunca a lo largo de su carrera.
Los cambios en las alineaciones se vieron reflejados claramente en el terreno de juego. El Barça jugó con más precauciones defensivas de lo habitual, con una buena presión en la primera parte sobre el Madrid, pero en la segunda mitad defendiendo mucho más atrás de lo que normalmente hace el equipo. El Madrid fue lo que suele ser ante el Barça: Un equipo encerrado atrás que espera las embestidas de los azulgranas para tratar de sorprenderles al contraataque, si bien es verdad que en los segundos 45 minutos tuvieron más el balón en su posesión, algo que fue facilitado por lo anteriormente comentado, un Barcelona defendiendo más cerca de su propia área.
Partido extraño, lento, muy táctico, pero poco vibrante. Los rivales se estuvieron estudiando todo el tiempo, dejando pocos espacios. Estaba claro que esta vez sí que iba a ser cosa de genialidades, sólo los destellos de calidad y la suerte decantarían la balanza hacia un lado o el otro. Neymar primero, y Alexis después fueron quienes pusieron la magia para que el Barça se llevara el Clásico.
Sin embargo, lo que sigue siendo una constante son los postpartidos, sobre todo si el Madrid pierde. De nuevo los blancos, que son los que MENOS se pueden quejar de los arbitrajes otra temporada más, no supieron encajar la derrota y culparon al colegiado. Hablan de un penalti de Mascherano a Cristiano Ronaldo que todo el mundo, incluso desde foros barcelonistas, ha reconocido como claro. Lo cierto es que, tras ver la repetición más de 30 veces, lo que es indudable es que Cristiano está esperando el más mínimo contacto para tirarse dentro del área. Es discutible si la fuerza del empujón del “jefecito” es suficiente o no para señalar la pena máxima, pero tanto como decir que el penalti es “claro”, pues tampoco parece que sea tan evidente como a algunos les gustaría. De la supuesta mano de Adriano dentro del área no vale la pena ni hacer un comentario, ya que el brasileño la tiene apoyada en el suelo y es el balón el que le golpea a él.
Pero, ¿y en el área del Madrid? ¿Hubo allí algún penalti que se dejara de pitar contra el Barça? Pues sí, y además fueron 2. El primero es el pisotón de Pepe a Cesc por detrás, sin posibilidad de alcanzar la pelota. Y el segundo, del que nadie habla, es un manotazo de Pepe a Dani Alves en un salto disputando un balón aéreo. Aquí está el video de la jugada por si alguien no se acuerda del lance:
Lo que ocurre es que el barcelonismo, por suerte, no se pasa el día pensando en los arbitrajes, ni en la jugada que no se pitó en su contra, y además utilizándolos como excusa cuando pierde un partido, algo que, desde que lo implantó Mourinho se ha convertido en la tónica habitual del Real Madrid.
Es bastante triste que, el equipo más caro del mundo, no tenga otra manera más honesta de justificar su mal juego y su escaso rendimiento. Y, por cierto, que no intenten vender estos días a Cristiano ni como víctima, ni como persona ejemplar. El portugués es un grandísimo jugador de fútbol, uno de los mejores, y Blatter se ha equivocado. Pero Cristiano, como persona muestra en demasiadas ocasiones, tanto dentro como fuera del campo, unos valores que no son precisamente ejemplares.
Marcelo Méndez Mingot
