Algunos hace unos días no
podían entender como Andrés Iniesta podía decir que se veía raro no siendo
titular en los últimos encuentros viendo que quizás no ofrecía el nivel de
juego que habitualmente nos tenía acostumbrados, pero tras ver el partido que hizo
sobre el tapete del Luznhiki en Moscú, probablemente ahora le podamos entender.
En una nueva etapa para
el Futbol Club Barcelona tras el ciclo Guardiola y con la mente de algunos
pensando en quien deben ser los sustitutos de Puyol y Xavi en un futuro no muy
lejano, volvió a aparecer él, ese hombre bajito de cara pálida y poco
expresiva, que nunca sabes cuando está feliz o cuando está triste, pero que
sobre el terreno de juego demuestra ser uno de los mejores centrocampistas de
la historia del fútbol, si si, de la historia.
Magistral clase de futbol
la que nos ofreció durante los 90 minutos, clase, arte, belleza, sentido
táctico, cabeza; todos los ingredientes necesarios para hacernos deleitar de
una maravillosa tarde de fútbol. Con una facilidad sobrehumana bailaba
alrededor de los jugadores rusos como si se tratara del mismísimo Rudolf
Nureyev ofreciendo una de sus mejores clases de ballet. Seguramente, ese
nombre, el de Nureyev apareció por la cabeza de miles de rusos que veían danzar
a don Andrés por el terreno de juego.
Daba igual el debate
periodístico que se había abierto en twitter media hora de empezar el partido
sobre la posición en la que jugaría don Andrés, que si extremo, que si interior
izquierdo, porque si Cesc Fábregas aparecía por el interior él ocupaba el hueco
del extremo, si Messi y Pedro caían a bandas él aparecía por el centro, y si
Cesc Fábregas aparecía por el ataque él ocupaba el interior acompañando a Xavi
en la dirección de esa orquestra compartiendo la batuta con el de Terrassa.
Sea como sea, hablamos de
un futbolista sin igual, un ejemplar único para el mundo del fútbol que si
sigue a este nivel, a bien seguro continuará dando tardes de gloria y
levantando títulos.
