EBV. Es un gran técnico, de eso no hay duda. Tiene los conceptos claros y la idea futbolística despejada como una mañana de primavera en los pirineos, sin embargo, cuando saca a relucir su modestia machacona, exaspera e irrita al más pintado.

Que sí, que ya sabemos que somos humildes, que cualquiera te puede ganar, que los mejores son los otros, que sin trabajo no vamos a ningún sitio etc, etc... Eso está muy bien cuando se dice un par de veces en plan esporádico, para espabilar a la plantilla, rebajar alíbidos o preparar el terreno ante un hipotético y probable fracaso. Sin embargo, si se insiste en el discurso una y otra vez cual loro parlanchín, pues pierde no solo la eficacia, sino la gracia. Cuidado, también ocurre lo mismo en sentido inverso, vive Mou. Si te dedicas día y noche a criticar, escupir zumo de limón por palabras o agriar un cabernet sauvignon en cualquier entrevista, pues acabas cansando y resultando un Mr.Scrooge de tres al cuarto.

Guardiola molaba al principio, cuando en cada rueda de prensa sentaba cátedra. Su llegada al Barça fue como la bajada de Moises del monte Sinai. Tablas en mano se dedicó durante sus primeros meses como entrenador, a enunciarnos sus mandamientos, su forma de actuar y ser y por ende, la que debía adoptar la entidad para retomar la senda de la gloria. Y lo hicimos. Y lo hicieron. Todos predicamos con el ejemplo del maestro. Era frecuente ver por los bares a culés agachando la cabeza ante las malvadas y socarronas burlas de los merengues, que nos recordaban con regocijo el pasillo del Bernabeu y nuestras desgracias con hijos pródigos obligados a emigrar a tierras transalpinas o británicas. Los barcelonistas asumíamos nuestra situación con humildad pero a la vez con ese hálito de fe y esperanza que Pep incrustó en nuestros corazones. Por lo bajini, mientras los vickingos violaban a nuestras esposas y quemaban las cabañas -metafóricamente hablando claro- nosotros perjurábamos en hebreo mientras nos aferrábamos a la idea de una venganza próxima.

Y así fue, el huracán azulgrana cayó con toda su furia sobre el Real Madrid. Nuestra sed de venganza enfermiza y silenciosa se tornó en aullidos del lobo sabedor que su presa anda cerca. Los títulos llegaron y el culé salió a vociferar a los cuatro vientos que eramos los dueños del Everest.

Han pasado ya dos años y Guardiola sigue encadenado a sus mandamientos. Y eso está bien, no seré yo el que recrimine a quien cree en sus ideales a pies juntillas, pero joder, no lo llevemos al extremo de lo absurdo. Salir en rueda de prensa y decir que Mourinho es el mejor entrenador del Mundo es una sobrada, una modestia mal entendida y mal aplicada amén de un insulto a todo culé, madridista o entendido bajo mínimos en esto del fútbol. Una chorrada que no se cree nadie. Una forma de persistir en su mojigatismo de forma patética. Ya es hora de que nos creamos lo que somos. Que cojones va a ser Mourinho el mejor del mundo. Dejémonos de tantas alabanzas a rivales y archienemigos. Nos machaca hasta el apuntador y encima les doramos la píldora con una falsedad que se huele a 10.000 kilómetros de distancia, cosa que aprovechan los cernícalos para recriminarte que meas Eau de Rochas.

Que no. Ya hemos superado la fase de tener que decir a todo amén, la de reconocer por verdad o por mentira la supremacía y grandiosidad del club de la capital. El Barça es el referente, su entrenador, la piedra filosofal sobre la que gira el proyecto y el Madrid es quien debe demostrar que está en disposición de disputarle la corona de laureles. Grítalo con orgullo Pep. Lo habéis conseguido tú y tus guerreros. Y guarda la modestia para cuando vengan mal dadas...que vendrán.

Escrito por Damsam | El Banquillo Visitante